APRENDER DE LOS SENCILLOS

A lo largo de la historia, no han faltado sacerdotes buscadores de Dios. Buscan la verdad, la paz, mientras caminan hacia el msterio, hacia lo eterno. En realidad, para los sacerdotes, todas las cosas, hasta las que pasan desapercibidas, hablan de Dios. La creación está ahí cantando, en silencio, las glorias de su Creador (Sal 8, 19, 33, 104, 135). A los sacerdotes se nos ha dotado de "sentidos" para verlas, para sentir sus voces y para gozar de sus maravillas. Sobre todo, se nos ha dado la inteligencia y un carazón para reconocerlas y agradecerlas. Si en nuestra vida sacerdotal desaparece el asombro, emerge la monotonía. La convivencia se hace estéril y aburrida. Todo da igual. La escala de valores se avapora. La calidad de nestra vida sacerdotal se desvanece y se enriquece la vida humana, espiritual, intelectual y pastoral.. El sacerdote es un hombre sencillo y pobre, No es su "yo" lo que le importa, sino la voluntad de Padre, como Jesús. Está al servicio del designio de savación trazado desde siempre por la Trinidad. Esta actitud de descentramiento y olvido de sí es, precisamente, la que le hace sencillo y servicial.